Vida

Hoy acompañé a mi mami a almorzar a la cafetería de acá del hospital.  Mientras se comía su hamburguesa, escuchamos el grito de una niña que entraba a la cafetería pero no le prestamos mucha atención.  La niña siguió gritando, así que volteé para ver que era lo que pasaba y era una niña de unos 3 - 4 años gritándole a toda su familia: "Ya nació, ya nació, mi hermanito ya nació".  La niña no solo gritaba sino que saltaba de la felicidad e invitaba a toda la familia a que fueran a conocer a su hermanito, la mitad de la mesa se levantó emocionada dejando todo tirado, otros se quedaron ahí en la misma mesa pero igual felices.  Con mi mami nos vimos y nos sonreímos.  Una nueva vida nacía, había felicidad.

Pasaron unos 10, 15 minutos cuando de repente escuchamos como otros gritos.  Volteamos a mirar, y vimos, en otra mesa, a una señora que lloraba desconsoladamente mientras iba a abrazar a otra que también comenzó a llorar.  De repente todos los componentes de esta familia, se fueron acercando, y lloraban unos más que otros, mientras se abrazaban mutuamente, no había palabras entre ellos. No sabíamos lo que pasaba pero lo suponíamos.  Con mi mami otra vez nos vimos y creo que a las dos medio se nos aguaron los ojos.  En una clínica una escena así, solo podía suponer una cosa. 

La familia del recién nacido seguía ahí sentada.  A una mesa de distancia estaba la otra familia aún consolándose y llorando.  Dos familias ahí en el mismo espacio, viviendo dos realidades tan absolutamente distintas. Esos son la dualidades de la vida y casi que sus únicas verdades.  Estábamos allí en una misma escena, presenciando y siendo conscientes del ciclo de la vida.   Así se lo comenté a mi mami.  Ya no dijimos nada más.

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