Mi Proceso de Transición

En realidad no puedo decir que hace 2 años tomé la decisión porque la decisión la tomé hace mucho más, no tengo la fecha exacta pero creo que fue alrededor del 2014. Solo que duré todo ese tiempo en el proceso que ahora sé que se llama transición (pasar de liso a crespo).
En ese entonces no sabía nada de eso, ni que existía ese proceso, ni qué era el gran corte (big shop), ni testimonios de personas que hubieran pasado por lo mismo, ni todo lo que ahora sé de ese movimiento. Fue una iniciativa propia que simplemente sentí, y que transité sola. De hecho muchas veces ya la había tenido pero ninguna había prosperado. Fue la del 2014 la que prosperó. Fue en el 2014 cuando dije "En contra del mundo llevaré mi cabello crespo porque me niego a creer que mi cabello no pueda ser bonito y no pueda ser llevado. A nadie le gustará y no sé como enfrentaré ciertos ambientes (el laboral por ejemplo o el social) pero no me importa, lo que importa es que me guste a mí y así lo voy a llevar aunque a nadie le guste."
Jamás jamás imaginé que por el contrario iba a recibir tanta aceptación, tantos elogios, tantos piropos, que eso me iba a abrir tantas puertas, tener más sueños -por ejemplo trabajar este tema en la Fundación Marajuera-, sentirme identificada con muchas personas que han vivido lo mismo que yo -eso es de los mejores sentimientos en la vida-, conectarme con toda mi ascendencia negra, ver nuevas posibilidades.
Camino falta mucho, aún no tengo mi aceptación al 100% que al final es la que realmente importa y la que realmente ahora sé que busco. Pero nada más que pueda pensar "hey mi cabello si puede ser bonito" es algo mucho más allá de lo que alguna vez imaginé. Y no porque el cabello crespo sea más bonito que el cabello liso, (todos son bonitos), el cabello crespo es bonito para mí porque es el mío. Eso es es lo quiero, al final, que cada mujer pueda pensar.

Vida

Hoy acompañé a mi mami a almorzar a la cafetería de acá del hospital.  Mientras se comía su hamburguesa, escuchamos el grito de una niña que entraba a la cafetería pero no le prestamos mucha atención.  La niña siguió gritando, así que volteé para ver que era lo que pasaba y era una niña de unos 3 - 4 años gritándole a toda su familia: "Ya nació, ya nació, mi hermanito ya nació".  La niña no solo gritaba sino que saltaba de la felicidad e invitaba a toda la familia a que fueran a conocer a su hermanito, la mitad de la mesa se levantó emocionada dejando todo tirado, otros se quedaron ahí en la misma mesa pero igual felices.  Con mi mami nos vimos y nos sonreímos.  Una nueva vida nacía, había felicidad.

Pasaron unos 10, 15 minutos cuando de repente escuchamos como otros gritos.  Volteamos a mirar, y vimos, en otra mesa, a una señora que lloraba desconsoladamente mientras iba a abrazar a otra que también comenzó a llorar.  De repente todos los componentes de esta familia, se fueron acercando, y lloraban unos más que otros, mientras se abrazaban mutuamente, no había palabras entre ellos. No sabíamos lo que pasaba pero lo suponíamos.  Con mi mami otra vez nos vimos y creo que a las dos medio se nos aguaron los ojos.  En una clínica una escena así, solo podía suponer una cosa. 

La familia del recién nacido seguía ahí sentada.  A una mesa de distancia estaba la otra familia aún consolándose y llorando.  Dos familias ahí en el mismo espacio, viviendo dos realidades tan absolutamente distintas. Esos son la dualidades de la vida y casi que sus únicas verdades.  Estábamos allí en una misma escena, presenciando y siendo conscientes del ciclo de la vida.   Así se lo comenté a mi mami.  Ya no dijimos nada más.

Celebrando 100 años de la Vírgen de Fátima

Hoy hace 13 años exactamente, vivía yo mis primeros días en Portugal. Por TV seguí la peregrinación que sucedía a poco más de 100 kms de donde yo estaba: Fátima.
Eran días emocionalmente demasiado difíciles para mí, (de los más difíciles de mi vida). Así que pensando en esa cercanía geográfica, que solo hasta ese día dimensioné, y aferrándome a toda mi formación tan fuerte católica decidí apostarle a esa luz de esperanza. Le pedí a Ella con todas mis fuerzas que me ayudara a salir de esa situación y comencé a rezar el rosario.
Poco tiempo después tuve la fortuna de conocer su santuario, y los lugares donde, dicen, apareció. Y no solo una, sino varias veces. Es un lugar que recuerdo con especial cariño. Un lugar donde definitivamente quisiera volver.
Hoy 13 años después, mi percepción espiritual es claro distinta, pero no por eso dejo de reconocer el poder tan fuerte que tiene el rosario en momentos de adversidad (en los momentos más difíciles de mi vida me he vuelto a aferrar a él). Y en especial es imposible, no reconocer, lo importante que la Vírgen de Fátima fue en ese entonces en mi vida y como mi ruego fue lo único que en ese momento me dio la fuerza para continuar.
Hoy que se cumplen los 100 años de su aparición creo que es el momento más adecuado para decirle en público: ¡Gracias!. Aunque ya muchas veces te lo dije en silencio allá mismo en Fátima y que tú sabes de mi inmensa gratitud hacia ti.
Esto, para mí, no se trata de catolicismo. Se trata de fe. Y en ese momento esa fe me ayudó y eso, considero, es lo que importa, agradezco y sobretodo es real.