Una historia a dos ruedas

Durante el transcurso de mi vida y desde muy pequeña, he tenido la oportunidad de vivir y viajar a diversos lugares alrededor del mundo, lo que me ha permitido soñar, a pesar de ser colombiana y aún más bogotana, (ciudad en muchos aspectos aún lejana a las ciudades que llamamos desarrolladas), en que podamos en algún momento contar con un excelente sistema de transporte, con diversas opciones y organizado, como hoy existe en tantos otros lugares, incluyendo países cercanos al nuestro.

Este es mi sueño.  Me gusta el SITP, me sentí orgullosa del Transmilenio.  Sueño con el tren de cercanías, el tranvía, el metro.  Me encantaría que los portales contaran con centros de parqueaderos para carros, imagino redes de autopistas, andenes amplios, pinta ejecutiva con tenis, infraestructura para las bicicletas, etc.

Por esto soy principal usuaria de las alternativas que de todas formas Bogotá nos ofrece hoy, aunque aún nos haga falta mucho.  Si lo sueño debo creer en ello y apostarle. Creo en el transporte público, utilizo el bus, camino, me compré mi tarjeta del SITP, lo espero aunque se demore en pasar.  Si tengo otra alternativa, uso el transporte público antes que el carro.

Y bueno... ¿la bicicleta? ... desde hace tiempo venía la idea de la bicicleta rondándome en la cabeza.  En especial por las distancias que manejo, la hacían un medio atractivo, pero no me había atrevido aún.  Deseaba que hubiera acá la cultura como la hay en China, Japón o Europa, donde hasta los ancianos, los ejecutivos, los niños lo usan.  Excusaba en esa falta de cultura, de infraestructura y de reglas el no usarla... bueno uno muchas veces encuentra buenas excusas para no hacer las cosas.

Este verano, sin embargo, tuve la oportunidad de pasar un tiempo en Europa.  Entre otros, una pequeña estadía de unos días en Copenague, Dinamarca, una de las ciudades con mayor cultura en el uso de la bicicleta como medio de transporte cotidiano.  La inquietud ya venía rondando, al ver el uso de la bicicleta en general extendido en Europa, pero no pasaba de ser eso: una inquietud, aún lo veía como algo remoto.  Estando en Copenague, sin embargo, mi amiga Zoraya, mi anfitriona, dio por hecho que la mejor forma de hacer turismo en la ciudad era haciéndolo de la manera kobmendense, en bicicleta.  Así que sin dudarlo, me consiguió la bicicleta para que yo lo pudiera hacer así.  Yo confieso que no estaba convencida del asunto, pero fue tal el entusiasmo y convencimiento de Zoraya, que por eso acepté.  Y la experiencia fue maravillosa.  Es verdad, se puede usar la bicicleta como medio de transporte y se hace más agradable la vida.  Sin tráfico, sin parqueaderos costosos, por tus propios medios, con libertad.

Así que llegué a Bogotá convencida.  Usaría la bicicleta como medio de transporte para muchos de mis recorridos.  Para no perder el impulso, le pedí prestados a mis papás la bicicleta y el casco, dejé la pena de lado y las excusas y prácticamente me forcé a usarla.




Desde el primer día, me encantó.  Un trayecto que a pie me tardaba 30 minutos, en carro de 25 a 40 dependiendo del caos, en bicicleta: 15 minutos.  La mayoría de mis recorridos que antes hacía a pie porque del carro ya había desistido, obviamente en bicicleta me tardaba mucho menos.

Con el uso empecé a conocer los otros beneficios, todos los parqueaderos (incluyendo centros comerciales) cuentan con espacio para bicicletas, sin embargo la mayoría no cobran por su uso, desconocía que ya las bicicletas tuvieran tanto espacio en Bogotá.  Solo dependes de ti y de tu energía para llegar a tu destino, pasaban días sin que gastara un solo peso en transporte.  Claramente te sientes más vital y con energía, y hasta sientes cierto orgullo de saber que haces ejercicio.  Deja de existir el trancón, el tráfico, no dependes del pico y placa.  Vas en lo tuyo y disfrutas el mundo desde ahí.  Sin grandes incomodidades u obstáculos.  Dependes de muy pocas cosas.  Tienes mucho control.  El mayor obstáculo es la lluvia, pero hasta con eso conté con un poco de suerte y es solo cuestión de tener pensadas alternativas.




Comprendí a Peñalosa y entendí la importancia de contar con ciclo-rutas, espacios exclusivos para las bicicletas.  De hecho anhelé y ahora quiero que existan más y que la red aumente.  Quisiera que existieran más reglas, más cultura, semáforos, etc. 

Incluso empecé a entender la importancia de tener andenes más incluyentes, con rampas y uniformes, no solo para las bicicletas, sino para las personas con discapacidad.  En general, creo que se empieza a ver el mundo desde otra perspectiva.

Me convertí en la abanderada número uno de la causa y empecé a hacer propaganda con mis amigos para que la usaran.  Ahora quiero una bicicleta propia, bonita, que me permita usar ropa elegante, con canasta para llevar mis cosas, que sea mi vehículo diario.  Quiero que haya más infraestructura y que las personas comiencen a pensar más como una opción viable.  Que las empresas la promuevan, que den el espacio.  Que mi empresa lo promueva.

Firmé el pacto por la seguridad vial de los Ciclousuarios, y quería comprar todos mis accesorios de seguridad.



En este impulso estaba, cuándo la vida irónicamente me dijo: ¡para!.  Un peatón se atravesó corriendo la cicloruta de la 116, cuándo yo transitaba en la bicicleta de mi empresa a mi casa al medio día para almorzar.  No iba tan rápido, pero lo suficiente para ver el peatón encima mío, frenar con todas mis fuerzas para no atropellarlo, dar el bote en el aire con la bicicleta y caer.  El resultado: lesión en el brazo derecho, fractura de rótula izquierda y heridas en las manos.  Afortunadamente llevaba el casco puesto.

De eso ya hace 9 semanas.  Mi vida cambió totalmente, estuve 8 semanas incapacitada, las primeras 6 sin prácticamente poderme mover o salir de mi casa.  Me vi forzada a dejar mi trabajo, todas mis actividades, parar todas mis cosas y entre esas obviamente la bicicleta.  Ya estoy en terapia, ya puedo caminar con una sola muleta, pero aún ahora no sé cuándo pueda volver a mi 'vida normal' entre esas usar la bicicleta.

¿He perdido el impulso?  Por el contrario, anhelo poder volver a montar la bicicleta pronto.  En todo este tiempo de reflexión, me he convencido aún más del uso de ella.  Paradójicamente, el accidente ha servido para promover su uso y hacerle propaganda, pues está todo el tiempo en las conversaciones que sostengo y presente en mi vida diaria.  Si alguien no sabía que estaba usando la bicicleta, ahora lo han sabido.

Esta es mi historia. Y como les digo a mis amigos y conocidos, quiero y espero que mi accidente sirva para al menos generar conciencia en los peatones y carros en el momento de cruzar una ciclo-ruta.  Tengan la precaución de mirar, de respetar al ciclista y en general hay ahí un riesgo.

Me agrada saber que el gobierno de la ciudad cada vez genera más opciones para usarla y sí seguirá siendo mi medio de transporte apenas tenga la oportunidad.  Es más no veo la hora.

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